Me acuerdo de las clases de gestión y administración pública y posteriormente de las que cursé haciendo ciencias políticas sobre la burocratización de las organizaciones. De cómo éstas adquieren vida propia y los objetivos para los que fueron creados muchas veces dejan de existir como verdadero fin para que el sostenimiento de la organización «sine die» sea todo un hecho.
El incremente de recursos tanto materiales como personales para la gestión interna provoca que se desvirtúe su verdadera finalidad y que sólo se constituya en su permanencia la auténtica actividad de esa organización.
Dentro de este crecimiento interno, que se puede dar tanto en organizaciones públicas como privadas la «funcionarización» del personal es un hecho remarcable.
En el ámbito público por motivos de independencia política se asegura la estabilidad de la función pública. Hecho por algunos discutible ya que provoca que esa independencia en ocasiones pueda ser respecto de todo, incluso de los resultados obtenidos.
Y en el ámbito privado el sobredimensionamiento de la organización también provoca un status de semi-funcionariado en el que diluir responsabilidades en la propia organización es el pan de cada día.
No sé si existe algún indicador para medir cuando una organización está burocratizada. Pero creo que en el momento que un trabajador tiene que dedicar más de un determinado porcentaje de su trabajo diario a procedimientos internos en lugar de «productividad» externa podría marcar adecuadamente si la «burocratización» de esa organización es excesiva o no.
Cuando me tengo que dedicar más tiempo a rellenar formularios internos, deambular de departamento en departamento para conseguir un servicio interno o intentar averiguar quien es el o la responsable de determinado «negociado» es que algo no funciona bien.
Por lo tanto el efecto de la burocratización se produce tanto en organizaciones públicas como privadas aún sin tener en estas últimas su estabilidad asegurada gracias a una legislación. La propia organización favorece determinadas conductas ya que perpetua la necesidad de ella misma.
Y nos hace falta más agilidad, nos hace falta simplicidad, nos hace falta que no se pueda escudar un trabajador en el sistema o en una legislación para que pueda hacer, «o no hacer«, lo que le de la gana.
Soy del parecer que el trabajador público tendría que tener la mejores condiciones laborales de todos. Ya que su empresa, su patrono, somos toda la ciudadanía y por ese mismo motivo tenemos que dar ejemplo. Pero también me gustaría que tuviésemos los mejores tanto al principio como al final de su vida laboral. Pero no soy del parecer que una oposición ya asegure un puesto en carácter vitalicio tanto si se hace bien como si se hace mal.
Tenemos que dar las mejores condiciones, pero también ser los más exigentes.
Aunque según recoge Iñaki de las palabras de Carles Ramió sobre la percepción de los funcionarios por parte de los españoles:
- Están satisfechos con la mayoría de servicios que reciben y, por lo tanto, es lógico que las administraciones subestatales sean las mejor valoradas.
- El estar satisfechos con los servicios que reciben es lógico que tengan mejor percepción de los servicios públicos de masas: sanidad, educación y servicios sociales. También es consistente que los colectivos profesionales mejor valorados sean el personal sanitario, el profesorado y los asistentes sociales.M
- Muestran una gran madurez al defender la independencia de los funcionarios del poder político y que consideren que el mecanismo es la estabilidad en el puesto de los empleados públicos.
- Atinan con la evidencia empírica al mostrarse poco convencidos que el acceso al empleo público se hace siempre respetando los principios de igualdad, capacidad y mérito.
- Demuestran criterio al optar por servicios públicos prestados por las propias administraciones para evitar problemas de equidad en el acceso a los servicios y, por lo tanto, relativiza algunos modelos extremos de externalización.
- El índice internacional de 41% en la confianza en sus Administraciones públicas que la posiciona en un punto intermedio entre los países desarrollados y en una posición equivalente a países del entorno europeo como Alemania, Austria o Finlandia.
Nuestros funcionarios no lo deben de hacer tan mal ¿no?
Pues sigamos en ello. Puede que algún día…
Saludos,
Me ha gustado mucho este post, Carlos. Sobre todo, porque deja un final abierto, como en algunas películas. Hay un debate caliente acerca de cuán burocrática ha de ser la Administración, y no está clara la solución.
Querríamos todo: agilidad, eficiencia y salvaguarda de los valores institucionales. Habrá que reinventar la administración, pero con cuidado de no romper lo que sí vale.
Mucho se ha escrito sobre la burocracia que se genera en toda estructura organizativa. A medida que cualquier organización crece aparecen funciones de coordinación y gestión interna que no son directamente productivas. En la Administración este fenómeno alcanza dimensiones patológicas. No es raro que ocurra esto teniendo en cuenta que el jefe manda más cuantos más subordinados tenga, y en la Administración los sueldos los paga el contribuyente. Si mandar es gratis, cuantos más subordinados mejor. Claro que esta tendencia viene contrarrestada por la ética de los dirigentes públicos. Lo que pasa es que, a menudo, ésta se revela un contrapeso insuficiente. Y así vamos, poquito a poco.
Lo del puesto vitalicio, la verdad, a veces ganas me dan de que no fuera así. Pero luego se me pasan.
Por cierto, el chiste es muy bueno. El de Forges, quiero decir 😉