Qué gran palabra que es participación. Todos andamos detrás de ella, todos queremos saber como provocarla, todos estamos seguros de que si no hay más es por que es culpa de alguien.
¿Pero de quien? De los políticos como clama la mayoría y que han perdido el contacto con la ciudadanía. De los políticos que están corruptos y sólo piensan en su interés personal. De los políticos cuyo máximo interés es la perdurabilidad en el poder de su partido… ¿O de los ciudadanos?
¿De los ciudadanos? De los ciudadanos que están hartos de los de antes. De los ciudadanos que actúan egoístamente. De los ciudadanos que están demasiado ocupados para tener que preocuparse nada más que de sus propios asuntos. ¿O del sistema?
¿Del sistema? Del sistema que sólo promueve la partitocracia. Del sistema que sólo ofrece listas cerradas sin poder escoger libremente a sus representantes. Del sistema que permite pactos que anulan la decisión original de las urnas. ¿O del sistema que de forma cansina reclama una participación que los ciudadanos consideran que no les tienen que r eclamar por que ya pagan sus impuestos?
En fin, todas estas afirmaciones y muchas más las pude escuchar anoche en un debate en el que unas treintatantas personas pudieron exponer sus puntos de vista del porqué nos encontramos en una situación de baja participación social y política.
Desde luego no escuché a nadie achacar la culpa a sí mismo. A su dejadez, a su propio interés, a su procastinación, a su mala gestión del tiempo.
El que participa por que lo hace de manera alternativa y considera que no se les hace el suficiente caso. El que no participa por que no tiene tiempo o por que cree que no merece la pena.
Pero el caso es que la movilización, el activismo surge en momentos puntuales. La política de pancarta, la política de plataforma, la movilización de proximidad son las que priman en nuestra sociedad. Sólo cuando nos van a tapar la vista de casa, sólo cuando van a hacer obras delante de dónde vivimos, sólo cuando nos van a poner un centro de desintoxicación cerca o sólo cuando tenemos que ceder parte de nuestro bienestar es cuando reclamamos moviendo cielo y tierra lo que nos pertenece.
Las denuncias de corrupción las sabemos por los medios y las luchas partidistas. Pero nos pillan lejos. Los medios «adeptos» son los que las denuncian o las crean en ocasiones con el objetivo de desacreditar al otro. Pero lo que no entienden es que ese descrédito les afecta a ellos mismos.
Sistemas caducos, sistemas unidireccionales son los que denunciamos. ¿Pero realmente conseguiríamos algo con otro sistema diferente? La crisis es a escala global. No es un problema sólo nuestro.
La solución la tenemos todos nosotros. En nuestro compromiso con los demás. En nuestro granito de arena. En la estrategia colaborativa. En pensar no sólo en nosotros.
¿no?
No hay participación cuando no hay intención de compartir, cuando se está satisfecho del motivo que la participación aseguraría.
La participación se alienta si se descubre interés que pueda ser compartido; este interés se hace público y aparece la tendencia.
Por ejemplo: Yo propongo que el respeto o el rechazo al velo del sentimiento femenino musulmán sea equiparado a la sotana del sentimiento masculino católico; tela por tela y mundo mundo andaría más cuerdo.
Joder! me ha salido un brevíssimo!!!!!!!!!
Gracias Carlos por incitarme.
» autor: Goyotovar
Me ha gustado mucho cómo has reflejado la compleja red circular de causas que subyace a la baja y mala participación. Está claro: «no hay buen gobierno sin buenos ciudadanos»… y viceversa.
Como sabes, yo creo que debemos empezar por lo pequeño y lo cercano. Hay que fomentar la participación comunitaria activa. Hay que ir cambiando nuestra cultura de exclusiva lealtad a la familia hacia valores cívicos. Hay que cambiar los mecanismos de decisión en la escuela, en la familia, en el taller, en el sindicato, en la asociación, en el partido. Hay que construir una ciudadanía hacker.