Cuando accedí por vez primera a un trabajo en la Administración ya llevaba más de 8 años de vida laboral en diversas empresas privadas. No es que fueran malos trabajos ni malas empresas -o al menos no eran de los considerados trabajos basura-, sin embargo las condiciones laborales eran muy diferentes a las que disfruto ahora en mi puesto de la Administración pública. Tenía jornadas laborales de 10 y más horas y sin cobrar jamás una hora extra, muchos sábados tenía que ir a trabajar simplemente porque había mucho curro y sin compensación económica, las vacaciones las disfrutadas siempre a conveniencia de la empresa y normalmente perdía algunos días de los que me correspondían, nada de días por asuntos propios, sin ayudas económicas para casi nada (dentista, gafas, estudios…), que a nadie se le ocurriera salir del trabajo antes que el jefe, posibilidades de promoción nulas, etc…
Por eso, al principio de trabajar en la Administración me sentía como en una nube, me convertí en un privilegiado: salir a las 3 de la tarde me parecía un sueño, tener ayudas económicas cada vez que iba al dentista o necesitaba unas gafas así como ayudas para los estudios me parecía una gran ventaja, tenía días por asuntos propios y días para exámenes, también disfrutaba de días en Semana Santa y días en Navidad… Tenía la sensación de que mi trabajo era tan bueno que era casi inmoral. De hecho me avergonzaba cuando por la tarde yo paseaba por el centro y me encontraba con alguno de mis excompañeros de la privada que todavía estaban trabajando. Os aseguro que me costó mucho tiempo acostumbrarme a tener las tardes libres y a disfrutar de días libres aparte de las vacaciones.
En los primeros días en la pública viví anécdotas que yo no me podía imaginar que pudieran ocurrir. Una de ellas la experimenté el primer día de trabajo. Aquel día apenas si trabajé porque ni siquiera sabía cual iba a ser mi tarea, por lo que me dediqué a observar lo que hacían aquellos que me rodeaban, y en particular a una secretaria que tenía bien cerca. Ese día su trabajo consistió en coger el teléfono y pasar la llamada, cosa que hizo apenas 6 ó 7 veces en toda la jornada. Pues bien, a la hora de salir coincidí con ella en el ascensor y se iba quejando del día tan duro que había tenido. Yo me quedé pasmado.
En otra ocasión, también al principio de mi trabajo en la Admon. me ocurrió que cuando dieron la hora de salir yo estaba acabando un trabajo para lo cual necesitaba apenas 10 minutos más, pues bien, se me acercó un compañero y entre bromas y veras me dio un golpecito en la espalda y me dijo: deja ya de trabajar que vas a dar mal ejemplo.
Había pasado ya varios meses de trabajo en la Administración y como yo siempre salía unos minutos después de la hora no me había dado cuenta de un fenómeno francamente vergonzoso que ocurría a diario. Un día observé cómo 10 ó más minutos antes de la hora de la salir había una larga cola de empleados públicos esperando para picar la salida. Esto era tan vergonzoso que tuvieron que cambiar el reloj de picar a un sitio menos visible para que desde la calle no se viera tan negativa actuación.
Y esto sólo son tres ejemplos de las cosas que más me sorprendieron. Pero estas y otras experiencias me sirvieron para sacar algunas conclusiones.
La primera de ellas es que aprendí a clasificar a los trabajadores públicos en dos grandes grupos y a reconocerlos rápidamente según su forma de actuar.
Por una parte estaban aquellos que siempre han trabajado en la empresa pública una vez que habían acabado sus estudios. Normalmente son aquellos que más a rajatabla llevan la aplicación de sus derechos: no trabajan ni un minuto más de la cuenta, no dejan pasar ni un dí de asuntos propios, hablan de la dureza del trabajo aunque su trabajo sea francamente “suave”, se quejan de estupideces (como pedir 5 minutos más para el desayuno porque ha cerrado la cafetería a la que solía ir)… En definitiva, creen que todo el monte es orégano y que tienen derecho a todo.
Por otra parte están aquellos que antes de llegar a la Administración han trabajado algún tiempo en la empresa privada y han vivido experiencias parecidas o peores a las que conté al principio del texto. No es que este segundo grupo sea mejor que el antes citado, ya que a lo bueno nos acostumbramos todos enseguida, pero el hecho de haber conocido experiencias laborales negativas nos hace valorar más lo que tenemos.
Y es que me parece conveniente que, en esa reforma de la Administración que todos deseamos, a los principios constitucionales de igualdad mérito y capacidad para acceder a ocupar una plaza, se añada una condición sine qua non: haber trabajado durante determinado tiempo en una empresa privada. Para que, por lo menos, los funcionarios sean conscientes de lo privilegiado que son en muchos aspectos de su vida laboral.
@Crandell: Estoy de acuerdo, te hablaba desde el punto de partida que para acceder a cualquier puesto en la administración, y algunas lo están haciendo, hay que pasar unas oposiciones ya sea para un temporal, un laboral o un interinaje. Que una vez dentro ya adquieran más preferencia es otro tema pero desde luego se tendría que pasar una prueba equitativa a todo el mundo a la hora de entrar no hay lugar a duda.
Apreciado Carlos.
Si «el saber moverse dentro de la Administración Pública» es un valor a considerar para acceder a una plaza de trabajo en la misma, peor me lo poner. Porque ese conocimiento especial es el que se adquiere por la experiencia misma.
Muy pocos funcionarios son los que consiguen plaza «a la primera». Una gran parte de ellos entraron por vez primera en una Administraciónn con contratos temporales para proyectos concretos, o en campañas de promoción de colectivos desfavoreccidos, etc. En esta forma de acceso es más fácil «hacer la vista gorda» en la forma de entrar, de forma que son muchos los enchufados de esta manera. Y una vez que han metido un pie empiezan a ganar puntos por el mero hecho de estar dentro y sin demostrar nada más. Luego llega la oferta de empleo y tienen más puntos que otros provenientes de la privada simplemente porque ya estaban dentro. ¿Dónde queda el principio constitucional de igualdad?.
Yo también preferiría los objetivos en un puesto de trabajo, pero esto en la Admon. es una utopía por muchas razones: la primero es la propia idiosincrasia de la Administración, y la segunda es la dificultad de marcar objetivos ccuando no hay métricas claras (cantidad de producción. número de ventas, etc.). Además, marcar objetivos va ligado a la posibilidad de «premiar económicamente» al que produce más y/o mejor, pero esto no es posible en el ente público donde todos los que ocupan un puesto determinado cobran exactamente lo mismo independientemente de su actitud ante el trabajo.
😉 No me refiero a las características profesionales de los puestos de trabajo sino a como saber moverse dentro de la administración pública, cada una de ella con sus peculiaridades, procedimientos no escritos… Tu mismo decías que te dijeron que a ver si dabas mal ejemplo quedándote más tiempo de la cuenta y claro está no se te ocurra saltarte una cadena de mando o siquiera comentar con alguien que no corresponda por que la bronca o mala mirada del responsable está asegurada.
Soy un firme defensor de los objetivos en un puesto de trabajo y de no tener que calentar una silla horas y horas. Si la secretaria que solo había respondido unas llamadas al cabo del día tuviera que hacer una lista con las tareas realizadas igual no podría decir que ha tenido un día muy duro.
Ciertamente las AAPP tiene algunas peculiaridades para las que no sirve la experiencia en la privada. Pero estas especificidades sólo se da en pocos y contados puestos de la Administración.
Por ejemplo, los Auxiliares Administrativos, que forman el grueso de los trabajadores del Ente Público, ¿qué característica especial tiene este puesto de trabajo que requiera una mayor puntuación en un baremo para una oferta pública de empleo?. Lo mismo ocurre con los ordenanzas, los programadores y la mayor parte de los puestos públicos. No se requiere habilidades especiales para este tipo de profesionales que ejercen en la Admon.
En realidad tan sólo son marcadamente diferentes los puestos ocupados por los Habilitados de Carácter Nacional, es decir, Secretarios, Tesores e Interventores, ya que son ellos los que tienen que velar por el buen funcionamiento de la Administración desde el punto de vista del cumplimiento legal.
Además, estas características especiales a las que te refieres supongo que deberían ir ligadas a un mejor conocimiento de la legislación que afecta al trabajo que cada uno ejerce de forma particular. Y en general todos los currantes de la Admon deberían conocer la famosa Ley 30/1992 de Procedimiento Administrativo (y sus modificaciones posteriores). Creo que no te sorprendo si te digo que hice una pequeña investigación en mi entorno de la empresa pública en la que trabajo y la mayor parte de ellos no tenían ni idea de lo que era. A algunos les sonaba esa ley, pero no conocián su conteniddo lo suficientemente.
No me imagino a más de un trabajador público trabajando en condiciones de ciertas empresas de la privada, por que también las hay que tienen empleados que trabajan abusando y no usando de ciertos derechos adquiridos. Es algo parecido a lo que digo respecto que a más de uno le vendría bien un viaje por determinados países para ver que disponemos de muchas cosas a nuestro alrededor que son un lujo para la mayoría del mundo como el agua corriente.
Estoy de acuerdo contigo en que se tendría que esa mala imagen tendría que desaparecer y que todos conocemos casos buenos y malos de funcionarios. No todo es malo ni bueno.
Y respecto de la experiencia pues no se que decirte. Lo que si que es cierto es que la AAPP tiene sus peculiaridades y esa experiencia es válida para ser funcionario mientras que una experiencia de la privada a veces vale poco en la pública por muy buen profesional que uno sea.
@carlos. Pero esas actitudes que denominaré de «indolencia en el trabajo» (aplicable en muy diferentes grados dependiendo de la persona, ya que no todos los funcionarios son unos vagos) son las que producen la mala imagen que da el empleado público, y no estaría mal intentar eliminarla.
Sé que mi planteamiento es bastante estúpido, me refiero a exigir que un aspirante a una plaza pública tenga experiencia en la privada parea que al menos «conozca lo que es trabajar en otras condiciones», aunque creo que no le vendría mal a muchos funcionarios para darse cuenta del privilegio que gozan.
De hecho ahora mismo la práctica que se lleva a cabo es la contraria, es decir, primar a aquellos que tienen experiencia en la pública. Creo que debería evitarse esta práctica de puntuar más en los baremos la experiencia en la pública que en la privada. Porque además -en mi opinión-, esta ventaja que se le da al que ya tiene un pie dentro de la Administración, va en contra del principio constitucional de igualdad en el acceso a la función pública.
¿Por qué vale menos la experiencia en la privada que en la pública?.
@Louis quizá en algunos casos sea difícil tener experiencia en la privada antes de entrar en la pública, creo que no es cuestión de haber pasado por la privada o no. Sino que sencillamente con el paso del tiempo cierto tipo de recuerdos o bien desaparecen o se difuminan sobre todo los que son de carácter negativo. Como bien dices también el entorno ayuda a generar ciertas actitudes y en el momento que vemos que los demás hacen algo no vamos a ser más «tontos» y no hacerlo también nosotros.
Creo que es más el poder de contagio que tienen que hacen un uso abusivo de sus derechos que los que lo hacen adecuadamente.
Saludos,
Hola Julia.
Quisiera matizar que en ningún momento hablo de insolidaridad por parte de los empleados públicos, sino de una actitud ante el trabajo. Pero no es este el motivo de mi comentario. Dices con acierto que si incordia sólo uno, lo más seguro es que vaya a la puta calle, pero que si los trabajadores se movilizan sería diferente. Estoy de acuerdo contigo en que esto sería lo mejor, pero al mismo tiempo dudo mucho de que se pueda llevar a cabo. Y es que la solidaridad no es un valor en alza.
No existe país más insolidario que los EEUU. Son insolidarios con el resto del mundo (las estadísticas demuestran que son los que menos ayudan ante catástrofes naturales en cualquier parte del mundo ,y las ONG no gozan de muchas simpatías en dicho país) y son insolidarios con ellos mismos (este es uno de los motivos principales por los que no tienen medicina gratuita).
Sobre la insolidaridad entre ellos el ejemplo más claro fue el fracaso de los dos principales intentos de crear un seguro médico público. Fueron los proyectos MEDICAD y MEDICARE que fracasaron porque los ciudadanos americanos no querían que le descontaran una cantidad de su sueldo para atender a enfermos que ellos ni siquiera conocerían, preferían pagarse ellos sus propios tratamientos médicos en el caso de enfrentarse a problemas de salud. Y este dato se extrajo de las encuestas que se les hicieron para comprobar la viabilidad de los proyectos citados.
Y sin embargo, a pesar de la insolidaridad de los ciudadanos de EEUU –o quizá gracias a ella- se han convertido en la primera potencia mundial.
Pero además la solidaridad no suele ser la solución. También aquí pondré el ejemplo de EEUU. Creo recordar que fue durante la Administración Bush-padre que se produjo un período de crisis o recesión económica. Entre las medidas que tomó el presidente se encontraba la de modificar la política de impuestos, pero justo al revés de cómo era esperable. Es decir, subió bastante los impuestos de los que menos ganaban y bajo considerablemente los impuestos de los ricos y de las grandes corporaciones. Aquella decisión recibió malas críticas, pero no supuso movilizaciones ni otras movidas solidarias por parte de los ciudadanos. Sorprendentemente ésta fue una de las medidas más importantes para salir de la crisis ya que la bajada de impuestos provocó que las empresas crearan numerosos puestos de trabajos a pesar de la crisis.
Estudios Antropológicos han puesto de manifiesto que la independencia e insolidaridad del pueblo americano han sido los principales motivos por los que EEUU se ha convertido en la potencia que es hoy. Los motivos de la insolidaridad americana se argumentan en el propio origen de este país, es decir, colonos que llegaban a un gran territorio desconocido y que se instalaban en plena naturaleza para aprovechar los recursos naturales de forma que el vecino más cercano lo tenían a kilómetros de distancia. Esta situación les obligaba a valerse por ellos mismos ante cualquier circunstancia.
Ojo, no defiendo la peculiar idiosincrasia americana, simplemente me limito a proporcionar esta información.
Y es que la solidaridad es muy importante ante una catástrofe natural o en situaciones dramáticas de vida o muerte inminente. Ante problemas de distinto tipo la solidaridad puede convertirse en un serio handicap. En mi opinión, ante problemas laborales es preferible aplicar medidas coherentes y consensuadas entre los diferentes actores (empresas, trabajadores y gobierno) que manifestaciones solidarias que expresan los sentimientos del pueblo pero que no suele aportar soluciones válidas.
Soy trabajadora en distintas empresas privadas desde hace cuarenta años. Estoy muy de acuerdo con lo que dices pero quisiera hacerte un breve comentario. Ni es correcto que los funcionarios se provechen insolidariamente de los privilegios que tienen, ni está bien que los trabajadores nos acojonemos y dejemos perder los derechos por los que hemos luchado tanto y tan duramente durante tantos años. Respecto a promociones yo toqué techo hace mucho tiempo, no porque sea la más tonta, que no lo soy, sino porque siempre he pertenecido al comité de empresa y eso jode mucho a los empresarios. Yo soy la primera que arrimo el hombro si en un momento dado hay que quedarse un rato más en el trabajo, y como buena trabajadora de la empresa privada, jamás dejaré un trabajo a medias por no quedarme unos minutos más o media hora si hace falta, pero no estoy de acuerdo con aquellos que lo hacen por sistema, ya sea por miedo a represalias o por pelota. Sí, ya sé que está difícil la cosa del trabajo, pero no ha sido siempre un mar de rosas esto de trabajar en este país y sin embargo muchos estuvimos dispuestos a jugarnosla en muchas ocasiones. Además, cierto es que si solo tú incordias te echarán a la puta calle y ya está, pero si fuéramos capaces de movilizarnos, el empresario no puede echar a todo el mundo a la calle de golpe. En fin, ya sé que está la cosa mu mala, pero después de haber luchado durante tantos años me jode muchísimo ver, a cuatro telediarios de la jubilación, cómo se está dilapidando todo el patrimonio de derechos de los trabajadores que tanto trabajo costó conseguir.
New blog post: Condición sine qua non http://tinyurl.com/5vv892
Este comentario fue originalmente publicado en Twitter