La Administración pública se ha erigido en defensora a ultranza del uso del lenguaje no sexista, aunque sea a costa de destrozar el idioma. Porque lo que prima es ser políticamente correcto. Siguiendo esta vía, con el beneplácito de los políticos y la aquiescencia de los sindicatos, la Administración en la que trabajo emitió unas normas de uso del lenguaje no sexista para evitar discriminación en el lenguaje administrativo (aunque en el glosario que incluía con los femeninos correspondientes a los cargos más importantes no incluía la palabra “Alcaldesa”, y no comprendo si esta ausencia era debida a un olvido o fue una omisión).
A mí personalmente me molesta bastante tener que ceñirme a las normas que mi propia Administración me ha impuesto para su uso cada vez que redacto un informe. Sobre todo por vagancia, ya que me obliga a escribir más palabras —como ciudadanos y ciudadanas— si no quiero utilizar la aberrante arroba que sustituye a la “a” y a la “o” a la vez. De hecho no hago caso de tales normas porque bastante mala es mi prosa como para que además tenga que aderezarla con palabros que complicarán aun más mi enrevesada forma de explicarme. Por otra parte, no creo que obviar dichas normas pueda ser objeto de expediente disciplinario ya que en ellas veo un excesivo ejercicio de poder burocrático que puede ir en contra de mi derecho a la libertad de expresión obligándome a escribir algo de una manera que, quizá, no deseo hacer.
Me parece que el hecho de que una Administración obligue a sus funcionarios a utilizar determinada forma de lenguaje es un ejercicio de burocracia en la peor de sus acepciones, es decir, ejercicio del poder desde las oficinas públicas (derivada de bureaucratie, el lexema burocracia lleva implícitos dos componentes lingüísticos: Bureau —oficina— y cratos —poder—).
Pero esto es sólo mi opinión que espero sea respetada de la misma forma que yo respeto la de mis compañeros que sí cumplen la normativa del lenguaje no sexista. Pero ¿la cumplen de verdad?. Más bien no. Y es que si bien la nueva forma de escribir en la que se desdobla el genero gramatical a diestro y siniestro está cada vez más extendida, he notado algunas excepciones que se manifiestan en asuntos relacionados con los sucesos luctuosos, delictivos y en general cuando tienen connotaciones muy negativas.
Por ejemplo, cuando hay un accidente con víctimas mortales se nombra a los muertos y no así a las muertas (en los informes que emite Tráfico con los accidentes del fin de semana o de alguna operación retorno o salida se habla solamente de muertos). Y cuando hay un robo en los informes policiales se menciona únicamente a los presuntos ladrones, pero no a las ladronas (sean presuntas o no) y aunque estas formen parte de la banda de delincuentes (o delincuentas). Y esta regla de omisión del femenino en circunstancias negativas se cumple siempre excepto en la mal llamada “violencia de género” donde normalmente la víctima es la mujer.
En las televisiones (públicas y privadas) se habla de “los terroristas” pero no se menciona a “las terroristas”; en las noticias se habla —entre otros muchos— de bandidos, estafadores, vagabundos, revoltosos, pendencieros, escandalosos, matones, bulliciosos, agresores, asaltantes, infractores… pero no se suelen mencionar sus femeninos.
Pareciera que para ser políticamente correcto en materia de igualdad en el lenguaje no bastara con expresar los masculinos y los femeninos, sino que el femenino hay que evitarlo cuando aquello de lo que se escribe tiene algo de negativo. Y yo ya estoy cansado de formar parte del bando de “los malos”.
¿Se trata de discriminación positiva o es que somos unos calzonazos?
Y es que el mito de babel sigue en boga.
Por cierto, y sin ánimo de molestar. Estás en tu derecho de escribir en catalán, pero me cuesta comprender lo que dices.
Carlos: efectivament, l’Administració, el món polític… hi ha sectors que s’haurien de fer entendre, ja que serveixen la ciutadania (ep, he dit la ciutadania, eh?) 😛
Crandell: em sembla que parlem del mateix sentit, perquè el que tu dius és exactament l’objectiu del plain English. Fa anys (molts) que sóc funcionària, estic acostumada a llegir llenguatge jurídic i administratiu, però, tot i això, de vegades no entenc les coses (i és que no és només un problema de registre: alguns funcionaris haurien d’aprendre a escriure primer). L’any passat vaig rebre una notificació de l’AEAT que no vaig saber copsar i que em va acollonir com no t’imagines!
Estoy de acuerdo en que la Administración debería hacer un esfuerzo por adaptar en lenguaje, pero no en el sentido que aquí se está hablando, sino que me refiero a hacerlo más sencillo y fácil de comprender al ciudadano. A veces el lenguaje administrativo es críptico, y a veces parece que algunos cargos de la Administración lo hace más complicado aun.
Y en particular me refiero al lenguaje de la Administración de Justicia. hace años tuve un juicio por un pequeño incidente de circulación, y cuanddo me llegó la carta con la sentencia no supe si había ganado o perdido hasta que mi anogado interpretó el escrito.
Pero volviendo al asunto, es necesario logar la igualdad sexual en todos los aspectos de la vida, incluso en la Administración, pero no a costa de obligarnos a los funcionarios a escribir cosas absurdas e incluso redactar aberrantes informes con errores semánticos.
Núria totalment d’acord amb tu en les teves apreciacions. El llenguatge natural i proper és el que es tindria que emprar a tots els nivells, cercar termes neutres i sobre tot intentar que la comunicació sigui efectiva.
Ups, era plain English i no plane English! 🙂
Tens tota la raó en la idea, però l’exemple que poses és poc afortunat. Sóc una dona, però no crec que adornar la llengua de dobles formes carregoses sigui la solució a la desigualtat social, laboral… Tampoc no és la solució la paritat, ja que no s’escullen les millors persones sinó s’escullen unes quantes pel fet de ser les millors i unes altres pel simple fet de ser dona (ens deixa en una posició d’abús que em desagrada). Sí, ja sé que aquestes afirmacions no són gaire feministes.
Potser és que no sóc feminista, clar, però m’estimo més que ens valorin per ser éssers humans sense més sense discriminació de gènere (ni positiva ni negativa). D’altra banda, la llengua resultant d’aquestes construccions políticament correctes és tan artificiosa i irreal que, a més d’embarbussar el contingut del que llegim/escrivim, arriba a resultar malsonant i a donar resultatts (per error, espero) no equitatius com el que expliques (la no aparició d’alcaldessa).
Estaria bé que l’Administració esmercés més recursos a modificar la llengua en una llengua comprensiva (clara i concisa, com es va fer amb el plane English) i no a recargolar-la encara més!
Disculpa Uxio, no quise molestarte, de hecho la culpa de cualquier malinterpretación es completamente mía por utilizar el término calzonazos para provocar.
Conozco bastante de cerca algunos de los problemas de las mujeres, y estoy muy concienciado con ellos, por eso me molesta tanto que se dedique más esfuerzo a lo supérfluo (como obligarnos a los funcionarios escribir de cierta forma) que a resolver los auténticos problemas de las mujeres, cuyo paradigma es la violencia que con tanta frecuencia se ceba con ellas.
La violencia de género es un problema que las Administraciones deben ayudar a resolver y que necesite una importante inversión económica porque a veces se requeriría poner guardaespaldas las 24 horas del día a las mujeres amenazadas. Y es verdad que muchas Administraciones han tomado cartas en el asunto, aunque con frecuencia dedican el dinero a causas feministas que yo calificaría de «menor importancia» que luchar contra la violencia pero que les permite aparecer en los medios de comunicación como adalides de la defensa del sexo femenino. Pondré un par de ejemplos: en la Administración en la que trabajo, durante el pasado año se celebraron dos congresos de carácter feminista donde se reunieron importantes personajes de la política que cobraron una buena pasta por dar charlas de 20 minutos, además hubo gastos de protocolo, de hoteles, de comidas, de transporte, de obsequios y todos los gastos propios de este tipo de eventos. Por cierto, los temas de las jornadas eran más o menos los siguientes: «los presupuestos de la Administración, un enfoque de género», y el otro fue «El PGOU desde el punto de vista feminista» (no recuerdo exactamente los títulos de los congresos pero eran más o menos así). Estoy seguro de que con la pasta que esa Admón. dedicó a «tan importantes» eventos se podría haber hecho cosas más interesantes en pos evitar más mujeres maltratadas.
No creo que la violencia de género (insisto que es el principal problema) se resuelva con tan peregrinos y costosos congresos, y tampoco obligando a los funcionarios a escribir de determinada forma. Y como decía en el post inicial, obligarme a escribir de determinada forma es un ejercicio de prepotencia por parte de los políticos de mi Administración que se las dan de democráticos y de defensores de los derechos de las mujeres pero que en el fondo lo que más le importa es la propaganda.
Y yo no soy un calzonazos, es decir, no soy un hombre débil de carácter que se doblegue ante la gilipóllica exigencia de los políticos que nos gobiernan que intentan que me comporte de forma políticamente correcta.
Hola Crandell,
simplemente he jugado con tu «provocación» en el título. Entiendo tu malestar ante ciertos usos y abusos del lenguaje. Pero a menudo nos ocurre que esos excesos nos impiden entender lo que hay debajo. Es probable que el énfasis en desdoblar por género las palabras en todos los casos sea algo excesivo y cansino, pero en el fondo se quiere «visibilizar» a las mujeres en determinadas áreas. Y creo que ese es un objetivo valioso y necesario. En definitiva, a todos nos gusta vernos y sentirnos «incluidos».
Hola Uxio. Dudé en utilizar la palabra «calzonazos» en el texto porque sabía que haciéndolo podía ocurrir lo que ha ocurrido, es decir, que alguien piense que soy un machista.
Por eso, antes de utilizarla me fui al diccionario de la RAE, y comprobé que su significado cuadraba completamente con el contenido del texto («hombre débil de carácter y condescendiente») y porque el significado contrario no es sinónimo de machismo. Insisto, opté por ella, pero no porque yo sea un machista, sino porque me pareció que era una buena forma de provocar y hacer que los lectores opinen sobre mi texto.
Respecto al uso del susodicho calificativo pondré un ejemplo de este débil comportamiento por parte del colectivo masculino ante un ataque visceral. Hará un par de años escuché en la televisión en un programa de gran audiencia la siguiente afirmación hecha por una conocidísima periodista del corazón: «todos los hombres son unos maltratadores en potencia». Cuando oí aquello me sentí ofendido hasta lo más profundo y supuse que, como yo, todos los hombres (y mujeres) con un mínimo de sensibilidad, y pensé que desde alguna parte, desde algún foro público, agentes sociales, administraciones, colectivos… se levantarían voces pidiendo rectificaciones. Pero no pasó nada. Pensé que si la frase hubiera sido ofensiva del mismo calibre pero dirigida a la mujer las cosas hubieran ocurrido de manera muy diferente.
También en aquella ocasión nos comportamos como unos calzonazos por no haberle exigido responsabilidades.
Usar un lenguaje equilibrado no supone ningún problema, pero atacar desde el lenguaje y no hacer nada para evitarlo me parece inapropiado.
Considero que tu apreciación psicológica de mi pensamiento subyacente es cuanto menos precipitada.
Respecto a este tema he tenido mis más y mis menos. Puede que como dices sea un poco calzonazos pero considero que no es que sea una imposición sino un tema de sensibilidad hacia determinadas personas (sobre todo femeninas). Soy consciente que el desdoblamiento en masculino y femenino en la mayoría de ocasiones lo único que aporta es que el texto sea más rebuscado y como dice @Ginés equivale a discurso oficial. Pero también soy consciente que se pueden utilizar términos genéricos como ciudadanía en lugar de ciudadanos y ciudadanas.
Hace poco redacté un boletín y me dijeron que había utilizado un lenguaje sexista precisamente por no utilizar ese desdoblamiento. Como en todo los extremos son malos y a mis amigas feministas les he dicho en más de una ocasión que lo que se consigue en muchas ocasiones con determinado tipo de presiones y sobre todo de acusaciones en temas de esta índole es precisamente lo contrario.
En fin es un tema que creo que depende del grado de sensibilización se verá de una u otra manera y que el lenguaje administrativo no sólo tiene esa pega sino que es excesivamente rebuscado e ininteligible para la mayoría. Se tendría que usar algo más al alcance de todo el mundo, algo más sencillo.
Cierto. Es absurdo. Ignorar que el masculino plural es genérico sólo en ocasiones es ridículo. De hecho esta forma para mí es sinónimo de: «Vale, discurso oficial…» Next!
Los ciudadanos y las ciudadanas no lo utilizamos en nuestro día a día porque así no se demuestra nada, y creer hacerlo es realmente torpe.
Creo que con tu entrada das voz a muchas personas que piensan parecido a ti, y eso es positivo. En cuanto al contenido:
1/ No creo que se pueda pasar por alto el hecho de que estadísticamente los delitos violentos son cometidos en muchísima mayor cuantía por hombres que por mujeres. Hablar de violadoras o asesinas no es imposible pero tienes que reconocer que es mucho menos frecuente.
2/ Lo de «calzonazos» me parece muy revelador del pensamiento subyacente… tan tan masculino, para que no quede ninguna duda. No vaya a ser que utilizar un lenguaje más equilibrado, nos vaya a hacer un poquito menos hombres…