La edición de 2008 de la Conferencia Internacional de Software Libre celebrada en Málaga y organizada por la Junta de Andalucía y la Junta de Extremadura, cerro ayer sus puertas “…con un gran éxito de participación”, según informa la propia organización a través de su web oficial. Y añade que más de 9.000 personas han asistido al evento.
Yo estuve allí y puedo ratificar la noticia, porque si bien no contabilicé a los asistentes, puedo asegurar que fueron muchos los congresistas que allí había. Pero creo que habría que matizar algunas cosas.
Por los grandes espacios abiertos del moderno Palacio de Ferias y Congresos de Málaga se veían deambular a muchas personas. El aspecto de la mayor parte de ellos se ajustaba al perfil de joven estudiante de universidad o instituto, cargados con las mochilas y otros obsequios que tanto la organización como las empresas expositoras les ofrecían.
Me gustó mucho el ambiente de juventud, y pensé que era estupendo que jóvenes estudiantes de informática mostraran interés por el movimiento del software libre y asistan y participaran en eventos como este. Pero en la convivencia de tres días con ellos, hablando con sus profesores y con ellos mismos me di cuenta de la realidad.
Resulta que en este tipo de eventos se otorgan créditos a los estudiantes, los cuales pueden utilizarlos en sus estudios. Por eso en muchos centros de formación organizan excursiones en los que flotan autocares para venir de otras ciudades con el objetivo principal de obtener algunos créditos. Pero no sólo son créditos lo que obtienen.
Los estudiantes deben asistir obligatoriamente a un determinado número de charlas si quieren obtener los ansiados créditos, allí se aburren soberanamente y escapan a la primera oportunidad para dirigirse a la zona de exposición. Allí aprovechan para recorrer los stands de las empresas expositoras arramblando con bolígrafos, caramelos, globos, CD y demás obsequios de empresa que éstas esconden apresuradamente cuando ven venir a la caterva de insaciables estudiantes deseosos de conseguir un regalo por más pequeño que sea.
Pasean entre los expositores mirando de soslayo cualquier objeto que puedan convertir en presa, y cuando lo consiguen, con gestos apenas perceptibles lo comunican presurosos a sus compañeros para que se dirijan allí a pedir uno igual.
Fue curioso observar como al poco rato de comenzar el congreso ya se veían grupos de jóvenes cargados de regalos, empezando por los que ofrece la propia organización. Porque la Administración Pública, que en este caso eran las autonómicas de Andalucía y Extremadura, en los mostradores de identificación (es un decir porque en ningún momento pedían que se les mostrara ningún documentos identificativos) junto a la tarjeta identificativa entregaban los siguientes regalos: un práctico maletín para transportar un portátil, dos bonitas camisetas del evento, una taza para tomar los cafés de las innumerables horas que pasamos frente a la pantalla del ordenador, un bolígrafo para tomar notas de las charlas a las que estaban obligados a asistir, un lazo para colgar el móvil y algunas cosas más que ya no recuerdo.
Y al final, todos contentos: los organizadores por la gran asistencia de congresistas, y los congresistas por la gran generosidad de los organizadores en forma de regalitos y de créditos. Así da gusto.