La presencia de crucifijos en las escuelas públicas —o mejor dicho, la sentencia en la que un juez obliga a un colegio a retirarlos—, ha desatado la polémica en España
La sentencia explicaba que «La presencia de estos símbolos en las zonas comunes, en las que reciben educación menores de edad en plena fase de formación de su voluntad e intelecto, puede provocar en estos el sentimiento de que el estado está más cercano a la confesión con la que guardan relación los símbolos presentes que a otras confesiones». Más adelante la sentencia apela a la aconfesionalidad del Estado español.
La ministra de Educación, Política Social y Deporte, Mercedes Cabrera prefirió no comprometerse demasiado y apostó por respetar la «autonomía» de cada centro para decidir sobre la presencia o retirada de los símbolos religiosos de los colegios públicos, puesto que «son los que mejor conocen qué tipo de alumnos tienen y qué piensan los padres». O dicho de otra forma: en vez de comprometerse a aplicar la legislación vigente sobre laicidad —incluida la Constitución— prefiere que el asunto se resuelva y acuerde de manera doméstica en el ámbito del colegio y las familias.
En los colegios públicos confluyen familias de muchos orígenes, de distintas razas, de opiniones dispares… y sobre todo de creencias diferentes. Que se reúnan padres y profesores para decidir sobre la exhibición en las aulas de elementos y símbolos religiosos es como dejar en manos de una comunidad de vecinos cuál debe ser el sentido de la circulación de la calle donde viven (lo siento pero no se me ocurre otro ejemplo más ilustrativo). Me parece poco resolutiva, y sobre todo poco comprometida, la postura de la ministra.
Pero eso sí, una vez tomada la decisión en el ámbito del colegio, bastará con redactar de nuevo esa nota que se envía a principio del curso a los padres en la que se les informa de la prohibición a los alumnos de llevar al colegio el móvil, el MP3 y el videojuego de bolsillo, añadiendo que tampoco podrán llevar un crucifijo, ni un pañuelo islámico, ni una estampita de fray Leopoldo.
Ni móvil, ni crucifijo http://bit.ly/d8X6rP #archivo
Anda, si no discrepo.
Esto me pasa por leer en diagonal 🙂
@Rosas Verdes, cruce de comentarios sincrónico… jejeje
Discrepo, Carlos.
Una cosa es el símbolo que uno decida portar encima (crucifijo, estrella de David …) y otra muy distinta que sea el propio centro (este sí, afectado por la ley) el que los ostente.
En el ámbito privado, que cada cual decida. En el público, que lo haga el Estado.
@Rosas Verdes, me parece que estamos diciendo lo mismo y que no nos estamos entendiendo ^_^
@Louis no creo que la aconfesionalidad del estado y su laicidad tenga nada que ver con que los alumnos no puedan llevar un crucifijo o el pañuelo islámico. La ley y la aconfesionalidad tiene que obligar a la escuela pero desde mi punto de vista igual que un niño tiene que poder llevar una cruz que le hayan regalado para su primera comunión una niña musulmana también tiene que tener el derecho de acudir a la escuela con el pañuelo.
La limitación tiene que estar presente para la institución, pero ni mucho menos tiene que cohartar la libertad religiosa de los alumnos.
@Carlos Guadian,
Es que en este texto lo de la ironía no se me ha dado muy bien, ya que lo que pretendo criticar es la postura tan cómoda que ha adoptado la ministra.
Por supuesto que antes de la laicidad se encuentra la libertad, incluída la religiosa.