Dice mi mujer que las supermodelos, esas mujeres de físico excepcional y belleza sublime, deben su beldad a una cuestión eminentemente genética. Es decir, que ser bella no tiene mucho mérito ya que se lleva en los genes y su aparición es meramente estocástica, aunque luego tiene bastante importancia el “mantenimiento” al que cada mujer se somete. Y yo creo que a mi cónyuge no le falta razón.
Yo estoy rodeado de empleadas públicas, y las hay con todo tipo de carga genética: guapas y menos guapas, esbeltas y menos esbeltas, amables y menos amables, inteligentes y menos inteligentes… en fin, que de todo hay en esta gran viña del señor que es la Administración pública.
Mis relaciones con mis compañeras públicas son igualmente variadas. Con unas me llevo bien y con otras me llevo menos bien, e incluso con algunas ni me llevo. También tengo alguna compañera con la que no me importaría llevarme especialmente bien, pero eso no depende de mí. En cualquier caso mis relaciones con mis colegas funcionarias se limita a 7 horas diarias y matutinas.
Pero en otras Administraciones las jornadas laborales son muy diferentes a la mía, las hay que tienen horarios que son intempestivos. Ejemplo paradigmático es el de los empleados públicos de la Administración Sanitaria, con personal de ambos sexos que comparten horarios de trabajo a altas horas de la madrugada. Son muchas horas seguidas, día tras día, hombro con hombro… y como suele decirse, el roce hace el cariño. Además, en este caso ocurre que hay camas cerca y que la vestimenta sanitaria es para algunos un catalizador de la libido. Y al final ocurre lo que tiene que ocurrir. O al menos eso afirman las lenguas de doble filo.
Y para colmo, pronto llegará la primavera, acortando las faldas, eliminando las mangas y ampliando los escotes para mostrar una buena parte de la anatomía funcionarial femenina. Y, en definitiva, alterando la sangre de todo bicho viviente.
Dicen que a determinadas edades, uno de los principales lugares en los que se liga es en el trabajo, más incluso que en la discoteca.
En mis más de 20 años en una de las Administraciones más burocráticas de todas las existentes he sido testigo de auténticas historias de amor, algunas muy pasionales, con triángulos e incluso cuadriláteros amorosos, con celos enfermizos, con violento dolor, con sexo ardiente, con deseos vehementes y a tope de sentimientos y de carnalidad.
Son historias que suelen comenzar con roces disimulados por entre las estanterías repletas de expedientes y que, poco a poco, se convierten en impetuosas historias de incontrolable amor entre polvorientos legajos y con efusividades intercaladas entre los áridos procedimientos administrativos.
No tengo datos para contrastar si estos amoríos laborales se dan más en el ámbito de la empresa pública o en el de la privada, pero me parece sorprendente encontrarlos con tanta asiduidad a mi alrededor (y eso a pesar del hipogonadismo administrativo que he detectado en la Administración y del que les hablé en otro post).
Puedo asegurarles que estas historias de amor funcionarial que he conocido han estado más cercanas al drama que al final feliz con menú de perdices incluido. Por eso, para terminar y tirando del sabio refranero español, quiero darles un consejo para todos pero especialmente para los fogosos funcionarios, y es que “donde tengas la olla, no metas la…”. Refrán que viene especialmente a colación en el ámbito de los empleados públicos porque, como Benito Pérez Galdós dice en la Quinta Serie de los Episodios Nacionales, “comer de la olla grande” consiste en participar de lo que en corrección serían los Presupuestos de la Administración. Y a mi no me gustaría encontrarme pelos en la sopa.
¿Qué sería de nosotros sin expedientes ni legajos detrás de los que escondernos? ¿O quizás pensais que la resistencia a implantar la administración electrónica es gratuita? 😉
Cuando llegue la eAdministración siempre podremos escondernos para nuestros escarceos amorosos detrás de los servidores y de los armarrios para guardar las copias de seguridad.
Pues yo puedo constatar y constato que en diferentes sitios del sector en los que he estado las pasiones en ciertas ocasiones se desatan incluso entre fotocopiadoras ^_^ Sobre todo por la primavera que todo altera
Pues yo pude observar de cerca la larga historia de un gran amor muy pasional de un funcionario con la esposa de otros funcionario la cual era a su vez funcionaria, y luego se metió de por medio una empleada pública cuya relación contractual era la de laboral fijo. Es decir, un cuadilátero amoroso con tres vértices funcionariales y uno laboral, y todos trabajando en el mismo Ente.
Y es que en este caso nadie hizo caso de tan sabio refrán.
Yo, -siendo mujer-mujer- soy como el asná; a vé ¿quién me va a mí a desí cuándo nessesito y vasito e vino y una mujé?
Er Goyo
Malas noticias desde la empresa privada. O yo no me entero de amoríos (es muy posible, que conste), o no me encontrado nunca con pasiones desenfrenadas entre fotocopiadoras y viajes de negocio. Por los datos en mis manos, la Administración es más libidinosa que la empresa privada.
Gracias por el ratito de sonrisa en un lunes un pelín agobiante.
Amor funcionarial http://snipurl.com/dx4ut
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