No quiero que me toquen el sueldo, pero si la situación es tan crítica, y considerando que por ser funcionario de carrera me siento un privilegiado al tener un trabajo asegurado, creo que no debo quejarme mucho si el gobierno y los sindicatos han firmado un acuerdo para que mi sueldo suba en 2010 tan sólo un 0,3%. Y eso que, además, la subida generalizada de impuestos dará otra vuelta de tuerca a mi cada vez más maltrecha economía de familia numerosa. Me consuelo intentando convencerme de que el dinero que dejaré de ganar se aplique de forma correcta. En fin, estamos en época de vacas flacas y creo que todos debemos apretarnos el cinturón, funcionarios incluidos (o puede que los funcionarios especialmente).
Sólo me queda la esperanza de que cuando todo esto acabe podamos recuperar lo perdido y no ocurra como la última congelación salarial de los funcionarios de la que nunca nos recobramos. ¿Pero qué ocurrirá cuando superemos la crisis?, ¿volveremos a nuestro nivel de vida?, ¿cuántos tiempo y convenios colectivos necesitaremos para recuperarnos? Yo espero que sí y que será pronto. Para conseguirlo voy a provechar esta tribuna para lanzar algunas ideas que los sindicatos puedan utilizar convenientemente como argumentos en las negociaciones de los futuros Convenios Colectivos, o Acuerdos Marco en el caso de los funcionarios.
Normalmente, el aspecto más importante a negociar en un Convenio o Acuerdo es el relativo al sueldo. Y un criterio siempre presente es que la subida permita que los trabajadores no pierdan poder adquisitivo, para lo cual el incremento salarial no debe quedar por debajo de la subida de los precios que marca el IPC. Es lógico que esto sea así, pero, en mi opinión, en la sociedad actual, esto ya no es suficiente. Los sindicatos se olvidan de que con la subida de nuestros sueldos basados en el IPC, no sólo tenemos que poder satisfacer el incremento del coste de la vida, sino que también tenemos que atender a las nuevas necesidades (auténticas exigencias) que la sociedad y el consumismo de nuestro mundo capitalista nos va exigiendo.
Hace casi 30 años que inicié mi vida laboral (aunque antes tuve trabajos esporádicos, como tantos otros estudiantes, dando clases particulares, haciendo encuestas callejeras, etc.). En aquellos tiempos no existían los móviles, ni los ordenadores personales, ni Internet, ni la televisión por cable… ni tantas otras cosas que la poderosa tecnología ha puesto a nuestro alcance. Y cuando fueron apareciendo eran poco más o menos que curiosidades, caprichos que sólo algunos privilegiados podían darse. Pero poco a poco estas veleidades tecnológicas se han convertido en productos necesarios, imprescindibles, incluso algunos se han transformado casi en productos de primera necesidad. Y los sindicatos parecen no haberse dado cuenta de esta inevitable evolución que conlleva un gran coste para el bolsillo del consumidor.
En estos últimos años el teléfono móvil se ha convertido en una necesidad, el ordenador personal es ya un elemento imprescindible en los hogares hasta el punto de que aquellos que no los tienen se les considera analfabetos digitales, el acceso a Internet es indispensable, el automóvil ha pasado de ser un artículo de lujo a un elemento esencial en nuestras vidas, ya no se concibe una cocina sin microondas ni Thermomix… y no estoy hablando de caprichos, sino de cosas esenciales en nuestras vidas. Pero los sindicatos parecen ajenos a estas nuevas necesidades.
Y siguiendo con los ejemplos, en los próximos meses muchos españoles nos veremos obligados a comprar un televisor nuevo, o al menos un dispositivo decodificador de la TDT. El Gobierno decide eliminar la tecnología analógica en la TV obligando a todos los ciudadanos a hacer un gasto extraordinario si queremos ver la tele. Y los sindicatos no dicen ni pío.
Pero no sólo nosotros tenemos que doblegarnos a las nuevas necesidades, nuestros hijos serían marginados por sus amigos si no tuvieran móvil, ordenador, Internet, PlayStation, MP4 y demás artilugios imprescindibles para jóvenes y adolescentes. Eso sin hablar de la ropa y el calzado de marca. Y no sólo el ocio de nuestros hijos nos obliga a nuevos desembolsos, su preparación para enfrentarse a una sociedad tan competitiva nos obliga a proporcionarles clases extras de idiomas, informática, jiujitsu, etc. Pareciera que los sindicalistas no tuvieran hijos.
Y si todos estos nuevos elementos esenciales para la vida se compraran, y una vez que está el gasto hecho todo ha concluido, quizá mi argumentación no fuera tan importante. Pero es que una buena parte de estos productos requieren un pago periódico, normalmente mensual. En los últimos años, a las domiciliaciones bancarias del gas, el teléfono fijo, la electricidad, el agua… se les ha añadido las del móvil (o mejor dicho, de los diversos móviles que hay en una casa), la del acceso a Internet, la de la TV por cable…de manera que cuando estamos a mitad del mes comprobamos horrorizados que las domiciliaciones han devorado la nómina y estamos en números rojos. Y para colmo, el incremento de dispositivos eléctricos nos obligó en algún momento a modificar el contrato con la compañía de suministro energético para soportar el mayor consumo y por ende un mayor gasto mensual. Y eso sin tener en cuenta el gasto en gasolina, seguro, impuestos, revisiones y reparaciones que tenemos que pagar por cada vehículo de la unidad familiar.
Pero no sólo son los nuevos productos que tenemos que comprar y el mantenimiento que debemos costear. Se trata también de los nuevos servicios que los actuales ritmos de vida nos obligan a utilizar: el gasto diario de comer en la calle porque nos resulta imposible ir a casa y regresar a tiempo al trabajo; el coste del aparcamiento controlado o el alquiler de un parking, porque encontrar un hueco en la calle es ya una misión imposible; el gasto en guardería porque tanto la madre como el padre trabajan; etc.
Asimismo, el actual ritmo de vida apenas si nos deja tiempo para muchas tareas que no nos queda más remedio que contratar, razón por la cual han surgido tantos negocios que prestan servicios a domicilio y cuyo nombre suele anteponer el lexema “tele”.
Y por último quiero destacar también los gastos de los eventos sociales a los que la sociedad consumista nos arrastra y que cada vez son más grandes. Y no me refiero sólo a lo que actualmente cuesta una boda, bautizo o comunión, también la vida social de nuestros hijos nos obliga a organizar y asistir a cumpleaños que son auténticas celebraciones por todo lo alto. Sin ir más lejos, este fin de semana he tenido que llevar a mi hija a tres cumpleaños, todos ellos celebrados en “las bolas”, esos locales en los que puedes relajarte un poco (si a afluencia de gente te lo permite) tomando un café mientras tu hijo salta como loco encerrado en una jaula; cuando no hace muchos años lo usual era que los “cumples” se celebraban en casa con chocolate y churros para los más allegados.
Y el coste de todas estas nuevas necesidades, que han surgido en pocos años, están siendo sufragados por nuestros mermados sueldos, cuyos incrementos anuales apenas si superan el IPC. Porque durante toda mi vida laboral como asalariado he tenido subidas de sueldo de todo tipo (lineales, porcentuales… e incluso una congelación salarial), siempre siguiendo la evolución del nivel de vida, pero nunca me han subido el sueldo porque la sociedad en la que vivo ha hecho que surjan nuevas necesidades a las que debo atender inexcusablemente. Por eso, desde aquí hago un llamamiento general a los sindicatos para que, una vez superada la crisis y nos encontremos en una época de bonanza económica, a la hora de negociar los futuros Convenios y Acuerdos recuerden que los dependemos de una nómina tenemos muchas, nuevas y caras necesidades que cubrir. Y en particular me dirijo los sindicalistas de la Administración, porque los empleados públicos somos un colectivo muy numeroso cuyas nóminas difícilmente pueden crecer, ni siquiera para aquellos funcionarios que realicen un trabajo ejemplar.
RT @carlosguadian: Nuevas necesidades http://bit.ly/d3yeFm #archivo
«porque la sociedad en la que vivo ha hecho que surjan nuevas necesidades a las que debo atender inexcusablemente»
Te ha generado necesidades que tal vez no sean tales. No es que tenga una vida espartana pero sí que evito algunas de estas necesidades compulsivas y de comprar nuevas cosas y hacer nuevas actividades según el flujo de una sociedad de consumo. Es la base del capitalismo y tengas el salario que tengas siempre será insuficiente para conseguir los bienes y servicios que te pongan delante porqué siempre habrá más… se trata que tú mentalmente le pongas algo de freno.
Y es que, desde el sector público, realizar según que quejas salariales puedo entenderlo, no os forráis, pero por favor compara tu salario con el de otros trabajadores de categorías equivalentes de otros sectores como el de oficinas y despachos, comercio, y un laaaaaargo etcétera y has de tener en cuenta que tu sueldo sale de esos impuestos que ellos pagan y tampoco puede dispararse mucho este sueldo del suyo ya que la carga salarial de los trabajadores públicos ha de poder ser sostenible.
@Jose R., En verdad podemos prescindir de muchas cosas, pero no puedes negarme que un buen número de estas necesidades son innevitables, como la TDT e Internet. Incluso añadiría los móviles como imprescindibles (supongo que ocurre como hace un sigño, que el teléfono fue un luijo y poco después una necesidad). Pero en cualquier caso, no hablo de necesidades compulsivas, ni de comprar todo lo que va saliendo.
En verdad yo soy bastante austero, y mis principios ecológios me llevan a hacer uso del trasporte público y de utilizar coches de bajo consumo. Pero no por ello debemos dejar de reconocer que el coche es actualmente une necesidad.
Pero es que en el texto no hablo sólo en mi nombre, sino en la de mi familia. Y ellos también tienen nuevas necesidades.
Respecto a tu comentario sobre mi pertenencia al sector público, estoy de acuerdo contigo, pero es que lo que expongo en este texto es aplicable a todos los ciudadanos.
La TDT cuesta 20 o 40€ comprar el cacharro.. hoy la telefonía móvil cuesta menos que la telefonía fija, y el coste de acceso a internet es marginal en los costes de la vida de cualquier trabajador. Todo lo que dices que hoy es imprescindible no es más que el chocolate del loro en la cesta de la compra de la mayoría de gastos de los ciudadanos.
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