El burka; mujeres condenadas a ponérselo y por ponérselo

El burka; mujeres condenadas a ponérselo y por ponérselo

El burka una carcel dentro y fueraNo deja de asombrarme el hecho que las restricciones en un determinado tipo de sociedad se acabe contagiando, como si de vasos comunicantes se tratara, en otra muy diferente.

El caso es que el uso del pañuelo, burka y demás prendas con las que las practicantes musulmanas se ven obligadas (aunque sea decisión propia) a cubrirse se ha convertido en un punto de equilibrio entre sociedades musulmanas y occidentales.

Mientras que hasta ahora se había gozado de una total libertad religiosa, estamos empezando a ver que de la misma manera la mayoría de sociedades musulmanas son intransigentes con que sus mujeres puedan vestir más «ligeramente», e incluso con visitantes o no creyentes, ahora está ocurriendo al revés. Es decir, nos estamos encontrando con que en las sociedades occidentales de carácter laico están empezando a prohibir, en nombre de la seguridad y del bienestar de la mujer, que aquellas creyentes musulmanas puedan vestir acorde a sus creencias en lugares oficiales y públicos. Condenándolas prácticamente a no poder salir a la calle.

¿Queremos radicalizar opciones religiosas? ¿Queremos convertir a miles de mujeres en mártires religiosas? No se si la mejor opción es la prohibición del uso de esas prendas. Cada vez que hacemos algo en nombre de la seguridad lo que hacemos es recortar derechos a un grupo determinado de personas. Si lo que tratamos es construir una sociedad integrada, justa y solidaria la mejor manera de conseguirlo no es condenar a un grupo a que pueda relacionarse con el resto de la sociedad.

El caso es que «en algunos países (árabes) se vulnera el derecho de las mujeres por imponerles el burka. En otros (cristianos) se vulnera su derecho por prohibírselos.» vía un comentario en Público

Enlaces sobre la prohibición del burka, niqab y demás…

14 comentarios en «El burka; mujeres condenadas a ponérselo y por ponérselo»

  1. Tu post es una muestra de cómo al sector progresista de la sociedad occidental nos cuesta comprender la mentalidad musulmana. La juzgamos con nuestros propios conceptos, lo que es una muestra de etnocentrismo. Veamos, por ejemplo, esta cita

    «El caso es que “en algunos países (árabes) se vulnera el derecho de las mujeres por imponerles el burka. En otros (cristianos) se vulnera su derecho por prohibírselos.”

    Con todo respeto, no hay por dónde agarrarla. Para comenzar, en la mayoría de países occidentales no se prohíbe el burka y en los pocos que se prohíbe, sólo se hace en espacios públicos. Puedes estar de acuerdo o no, pero no es lo mismo que lo que se hace en las sociedades en las que se exige el burka a toda mujer que vaya por la calle. Una frase que no refleja la realidad, igualando dos cosas diferentes.

    Para seguir, en los países musulmanes que imponen el burka (que son muy pocos, pues el burka es una costumbre afgana y muy minoritaria en el mundo musulmán, que prefiere el hijab y el niqqab), el menor problema es el burka. El problema es el estado de sumisión en el que viven las mujeres, más allá de la ropa que lleven. El problema es que no pueden decidir por sus propias vidas, que legalmente no son consideradas ciudadanas plenas sino que deben someterse a su marido, que su testimonio vale menos que el de un hombre en un juicio, etc, etc.

    Entonces, igualar las sociedades occidentales con las musulmanas (y todavía más, con las que imponen el burka) en cuanto a la opresión a la mujer es completamente falso. Pero como va contra el dogma de «Todas las culturas son igual de buenas», tenemos que hacer algo para racionalizarlo. Esconderemos la realidad detrás de una frase ingeniosa.

    Nada que objetar a una mujer que quiere ponerse el burka porque se siente bien: como si quiere ir desnuda.

    Pero esto es asumir que las mujeres tienen libertad para ponerse el burka. Muchas veces son víctimas de una gran presión social, familiar y de la comunidad musulmana para que se lo pongan. En las comunidades musulmanas, todo el mundo se vigila para que nadie de mal ejemplo a otro. Hay estudios sesudos sobre esto, pero se puede leer la novela «Kif kif demain» de una chica musulmana francesa.

    Yo he sido profesor de instituto y algunas de mis alumnas no querían ponerse el velo, pero su familia se lo imponía. En España aquí se acaba la historia. En Francia, con la prohibición del velo, la niña puede ser lo que quiere ser durante las horas de clase (después se pone el velo para ir a la calle). Hay niñas que, aunque son musulmanas, no están interesadas en ser un símbolo andante del Islam. Quieren ser ellas mismas: musulmanas, europeas, del Barça y les gusta tal actor u actriz, por poner un caso. Tienen múltiples identidades y el multiculturalismo sólo prioriza la identidad religiosa.

    (Sin hablar de que el Corán no pide en ningún momento que se lleve el hijab o el burka. No es una obligación religiosa: el Corán sólo dice que las mujeres deben vestir modestamente (pero esto haría muy larga esta discusión). El hijab es una costumbre que se ha extendido en los últimos años, con el auge del fundamentalismo árabe. En Egipto, hace unas décadas nadie llevaba hijab y ahora es mayoritario)

    Todas esas declaraciones por parte de los varones musulmanes sobre la libertad de sus mujeres para llevar el burka son sólo de labios para fuera. En casa, la mujer debe hacer lo que el varón le manda y, si el varón quiere burka, pues burka será. A esto se le llama taqqiya o disimulo. (Por supuesto, hay excepciones, como en todo)

    Algunos, en nombre de multiculturalismo, quieren sacrificar a la mujer musulmana. No les importa ser cómplices de su discriminación. Siempre mirarán a otro lado, sintiéndose progres y liberales, pero la mujer musulmana tendrá que llevar la carga de sus posturas de progre. Es muy fácil sentirse muy guay, cuando el peso lo lleva otro.

    En nombre del multiculturalismo, se renuncia a los valores progresistas (como la igualdad de la mujer) y se toleran comportamiento del más rancio machismo y teocracia. Para resolver la disonancia cognitiva, se racionalizan con frases ingeniosas y razonamientos que no hay por donde agarrarlos.

    1. @imnobody, comparto bastante todo lo que has escrito, pero discrepo de algunas de tus observaciones. Mi post fue causado por la reciente ola de intento de prohibición del burka y del niqab en la calle como se está estudiando en Catalunya. Fuera de tus consideraciones que la mujer tiene ese escalón inferior en la sociedad musulmana, creo que tenemos que tratar que en España no sea así de ninguna manera. Y si precisamente una mujer que se ve sometida por su marido/familia a vestir de una determinada manera, si se le prohibe hacerlo en la calle la encerraremos de por vida en casa ya que no la dejarán salir y se reducirán también todas sus posibilidades de integración. Cuando me he referido al problema no es precisamente para que se preserve una manera de vestir, que por muy religiosa que sea, es degradante para la mujer. Para mi es algo similar a los hábitos que visten determinadas religiosas o peor aún, los uniformes que cosifican a la mujer en determinados trabajos de nuestra sociedad occidental. Cuando me he referido al problema es porque la solución que se está planteando creo que en lugar de ayudar al problema aún lo va a profundizar más.

Los comentarios están cerrados