Entrada publicada originalmente en Sesión de Control
Todos los partidos tienen página web y raro es el candidato, cargo electo y militante o simpatizante que no tenga actividad en redes sociales. Cursos, formaciones y sobre todo el efecto contagio han conseguido que la actividad política en internet sea un hecho. La mayoría se han visto atraídos por que gran parte de la ciudadanía se encuentra en las redes sociales. Unos las han aprovechado para tener un nuevo espacio en el que lanzar su mensaje, y otros han intentado ser un eslabón entre la ciudadanía y las instituciones.
Campañas de soporte o ataque son lanzadas por los diferentes partidos políticos. Argumentarios que son repetidos hasta la saciedad. Estrategias de altavoz en redes sociales como hacer RT a todo lo que digan determinados perfiles. Intentos de engaño en ese ruido como la creación de perfiles falsos para dar un «mayor soporte» o «ataque». E incluso el uso de hashtags, a pesar de que una y otra vez se vuelven en contra de ellos como un boomerang. Esas son algunas de las prácticas políticas habituales que podemos ver en internet.
También encontramos acciones enfocadas a generar comunidad, debate, diálogo. Aunque lo más normal es que los participantes sean en su mayoría militantes o simpatizantes del partido que ha lanzado la iniciativa. Esto es debido principalmente a que las relaciones generadas en internet por perfiles politizados suelen ser muy endogámicas. El estar muy interrelacionado con perfiles de la propia formación política facilita la visibilidad y el diálogo entre ellos, pero dificulta que de comunidades tan cerradas puedan salir o entrar ideas. Esto se debe a que el uso que se promociona en los partidos va mayoritariamente orientado al efecto altavoz comentado anteriormente. Pero cuando tus únicos seguidores en Twitter o amigos en Facebook también son miembros o simpatizantes del mismo partido, lo único que se consigue es un efecto túnel, en el que todo punto de referencia es el propio partido dejando de lado una realidad social compuesta por muchos más matices.
Por otro lado, los que son políticos con cargo orgánico o institucional se encuentran con unas condiciones poco fáciles para estar en redes sociales. El desequilibrio que supone tener que dialogar con decenas, cientos o incluso miles de perfiles que se dirigen a él con mayor o menor grado de respeto, hace que muchos las acaben usando como meros canales de publicidad para consignas y actividades. El si no estoy, no me entero, es algo habitual. También lo es que les gestionen un canal aséptico, sobre todo en políticos con una cierta popularidad.
La lectura interna
Pero toda esta actividad en lo externo queda muy reducida si miramos dentro de los partidos. El esquema de trabajo y de discusión ideológica sigue la lógica de procesos diseñados y pensados para organizaciones del siglo XX. Los órganos de decisión, aquellos en los que reside la democracia interna de los partidos, también están afectados por el efecto túnel. Tienen como toda referencia lo que viene de arriba, hecho que se ve agudizado por que la discusión ideológica normalmente se ve reducida a una mera sucesión de monólogos.
A pesar de estas dinámicas se empiezan utilizar herramientas como documentos colaborativos, videoconferencias o grupos de WhatsApp. Pero su uso normalmente responde a la iniciativa de grupos dentro de las organizaciones, más que a éstas. Hay que ser consciente que el uso por ejemplo de vídeoconferencias puede suponer un elemento importante en la conciliación de la vida política, profesional y personal, sobre todo a la hora de evitar desplazamientos a las sedes de los partidos. Pero también el uso de herramientas que faciliten el trabajo en grupo como documentos online o incluso grupos de WhatsApp es beneficioso: generan comunidad, dinamizan el debate ideológico y sobre todo están dando consciencia a las bases de los partidos que los liderazgos definidos por las organizaciones deben cambiar.
La misma democracia que la sociedad reclama debería ser aplicada en las formaciones políticas. Limitaciones de mandatos, no acumulación de cargos, un militante un voto, listas abiertas, eliminación o reducción de avales para poder presentarse como candidato, son algunas de las peticiones más generalizadas. En definitiva, sistemas democráticos basados en la coparticipación y la corresponsabilidad y no en un seguidismo acrítico. Y en eso las tecnologías tienen mucho que decir.
No basta con la celebración de primarias, tiene que haber más cambios. En la manera de decidir, en las de discutir y dialogar y sobre todo en la manera de elegir quién va a tener un cargo interno o quien va a ser candidato. Y aquí la tecnología jugará de nuevo un papel importante dotando de herramientas a la militancia para conseguir su propia revolución interna.
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