Entrada publicada originalmente en la XIP (Xarxa d’Innovació Pública) [Cat]
El panorama político está cambiando rápidamente. Todo indica que el bipartidismo, o, mejor dicho, los partidos de gobierno tradicionales están sufriendo la crisis de confianza que la ciudadanía tiene en el sistema político actual.
Se habla de renovación. De abrir puertas. De hacer primarias. Pero son cambios tímidos que no acaban de convencer a nadie. Casi ni la propia militancia. Sigue predominando el corporativismo tanto dentro de una formación política, como entre formaciones supuestamente rivales en la lucha ideológica.
La tecnología también está afectando el rol que tienen los partidos políticos, y es un hecho que la desintermediación política genera nuevas dinámicas de hacer política. El problema es el tiempo de reacción de los partidos y de los políticos.
Las organizaciones políticas, como ocurre muy a menudo en las administraciones públicas, conservan su justificación de servicio a la ciudadanía. Pero, en muchas ocasiones el objetivo termina siendo conseguir volver a gobernar, aunque haya que votar algo en contra de lo que se ha defendido toda la vida. Y a nivel del político, a veces, esto también es un hecho: el todo vale para mantener una silla es la crítica más habitual que suelen recibir.
Sin embargo, son muchos los políticos que trabajan con toda la dedicación posible para la ciudadanía. Pero la rigidez de las organizaciones políticas es un problema que tarde o temprano se tendrá que resolver. Adaptarse a las necesidades de la ciudadanía, también es adaptar las formas de vehicular la política. La representación política debe adaptarse a formas de organización en red. Las jerarquías verticales, en muchos casos sostenidas por verdaderos clanes familiares, evitan la incorporación de nuevas maneras de generar ideario político, pero sobre todo, evitan nuevas formas de decisión interna, ya que éstas supondrían la pérdida de cuotas de poder y, por tanto, de influenciar.
Podemos encontrar iniciativas de apertura de partidos, como las primarias que ya se empiezan a hacer en algunos de ellos. Pero esto es dar sólo una posibilidad de participar en unos procesos y unas organizaciones que no han cambiado internamente. Igual que ocurre fuera de los partidos y la ciudadanía reclama poder participar más, y no solamente votando cada cuatro años, dentro de los partidos también se ha de producir un cambio en este sentido.
En todo este proceso de desintermediación política y de cambios dentro de las organizaciones la tecnología, seguramente, jugará un papel importante. Pero no olvidemos que la tecnología sin la actitud adecuada no sirve para cambiar las cosas. El liderazgo necesario para hacer estos pasos debe ser valiente. Nuevas reglas de juego, como una ley electoral o una nueva ley de partidos, que obliguen a una mayor transparencia y democracia interna deberían ser el punto de partida.
Seguramente, cuando este proceso se dé tanto dentro como fuera de los partidos, la política se podrá empezar a ver desde otra perspectiva.
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